martes, 20 de mayo de 2014

Me juro que nunca más

Hay días en que te necesito tanto que parece que no habrá un mañana si no sonríes. Y parece que lo intuyas, porque sin siquiera decírtelo, disimuladamente te busco y te esfumas. Como si se te hubiera tragado la tierra. Como si no hubiera oscuridad más oscura que allá donde te escondes. Y tu ausencia crea un vacío en mi estómago y en mi presente y juro que nunca más volveré a pensarte. Que se acabó perder el tiempo con billetes de tren ya caducados, o entradas para un final de gira que fue antes de ayer.

Y si, sonrío sin ti y rehago mi vida. Durante unos días sintonizo alguna emisora comercial, evitando así que aparezcas en canciones. Voy en autobús en lugar de coger el metro, y bebo una copa más de la cuenta para dejarme bailar. Y parece que vivir sin ti no es tan complicado. Que el teléfono igualmente suena, que mis proyectos no se tambalean y que puedo reír a carcajadas y brindar sin tu cerveza.

Y avanza la semana, y el Sábado cierro fuerte los ojos para no querer ver, y me planto en un Lunes con horarios complicados y horas de más en la oficina. Sin Domingo parece que no hay recuerdos, y sin un pasado, tu no estás.

Pero entonces cojo el Ipod sin querer de vuelta del entreno, y esa maldita canción me despierta de la anestesia de no saber si no es contigo, y apareces bailando en pentagramas y no hay rastro de la oscuridad de tu refugio. Y vacilas al mañana, y me aprietas donde duele, y entiendo de nuevo que avanzar sin querer quererte es catapultarse a no dejar nunca de amarte.

Y cuando no te busco, ni te necesito, ni te extraño, de repente vuelves a dejarte caer por ese bar. Y desmontas uno a uno todos los ladrillos que tanto me ha costado amontonar para no ver la pared de enfrente. Y me buscas y yo me dejo encontrar -por un rato- y al ver como te alejas me juro que nunca más volveré a pensarte.


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