Para qué escribir(te) palabras dulces
si hoy te pienso -y te deseo- en un
ácido
que te haga cerrar los ojos.
Cubrir tu piel de promesas
si de saliva estaría -si cabe-
más bonita.
Para qué llenar
libretas con tu nombre
cuando quisiera llenarte las curvas
de lluvia blanca y añil.
O hacerte creer
que en mi cabeza
hoy
vuela Octubre
si sólo quiero hacerte temblar
-y que la noche no acabe-
De qué sirve silbarte canciones
si la melodía que nubla mis sentidos
es oírte gemir, de madrugada
y pasarme -tus suplicas- por el forro de un desliz.
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